Geografías | RELATO GRÁFICO
Lo que sigue es nada mas que una loca elucubración
El 16 de noviembre de 1532 es una fecha que no debemos olvidar en Sudamérica. Ese día, Francisco Pizarro y los suyos atraparon al inca Atahualpa, con lo cual se hicieron, en un pestañar de ojos, de un imperio del tamaño del actual México. El botín fue tremendo. Llenaron las habitaciones del oro que tanto buscaban, dominaron ciudades construidas de un pedernal como no hay otro en el mundo. De un día al siguiente,tuvieron diez millones de súbditos que los temían.
Nos guste o no, esta ha sido la operación militar mas eficaz de la historia. Al sistema, que funcionaba como un reloj, le fue sustraído su engranaje medular y todo cambió de signo en un santiamén.
La trágica trama había comenzado un momento antes, cuando se produce el diálogo entre los dos mayores imperios de la época. El cura Valverde, representando a Carlos V, el más grande emperador del Hemisferio Norte, y Atahualpa, el príncipe que iba a Cusco a hacerse rey del imperio más poderoso del Hemisferio Austral.
Conocemos los antecedentes es ese día fatídico.
Atahualpa va al Cusco a ser coronado Inca supremo. En Cajamarca, camino a la capital, sabe que han llegado a su tierra unos seres extraños, a grupas de animales también extraños. La curiosidad lo pica. Acepta acudir a la cita en la plaza del pueblo. Atahualpa llega acompañado de miles de súbditos quechuas.
Los españoles, a su vez, apiñados y escondidos en uno de los grandes almacenes de granos, esperan una señal para atacar y tomar de rehén al propio Atahualpa, el Inca supremo.
El plan es temerario.
El cura Fray Vicente Valverde se adelanta para llevar cabo el requerimiento. Lleva una Biblia.
El dialogo que sigue es el mas dispar que haya tenido lugar en la historia de la humanidad. Dos civilizaciones desconocidas y completamente distintas se encuentran encarnadas en Valverde y Atahualpa.
No se trataba sólo de idiomas distintos. Es mucho más que eso. Nunca un uno y un otro fueron tan desconocidos como esos dos en Cajamarca. Un abismo separaba costumbres, símbolos, creencias, razas, tecnologías.
Eran planetas distintos.
¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un diálogo tan dispar, tan enormemente distanciado como aquel de Valverde y Atahualpa?
Podemos recordar algunos.
Pienso en aquel diálogo medieval entre Francisco de Asís y el sultán de Egipto, Al-Malik al-Kamil, en 1219, en el delta del Río Nilo. La extrema pobreza y sencillez de Francisco impresionaron vivamente al Sultán. “He venido a anunciarte la salvación y a mostrarte el camino de Dios”, le dijo Francisco.
El Sultán no le concedió nada de lo que el franciscano le pidió, pero por este antecedente, los franciscanos son hoy la Custodia de Tierra Santa.
Tres siglos después, los primeros años del 1600, el jesuita Mateo Ricci pide una audiencia al gran emperador chino Wanli, de la dinastía Ming.
Ricci venía a presentarle el otro mundo: la cristiandad occidental. Se había preparado para ello. Vestía como samurai, hablaba y escribía el mandarín a la perfección. Llegó a la cita con una serie de pequeños inventos occidentales para que el soberano lo apreciara.
Para probar al gran rey su capacidad, le rogó le dijera cien palabras, cualesquiera, y Mateo las repitió una a una. Y cuando llegó a la palabra cien, se las dijo en el orden inverso.
Esa visita sorprendió a los sabios chinos. Le permitieron quedarse y fundar una comunidad jesuítica en China. Posteriormente, algunos miembros de la orden llegaron a ser profesores de astronomía y matemáticas con el beneplácito del soberano. Fue tanto lo que caló Ricci en China, que a su muerte fue declarado duelo nacional, cosa completamente inédita en aquel gran país.
Este fue un diálogo que trajo frutos.
Pero el diálogo crucial de reinos distintos, es el que se dio entre Jesucristo y Pilatos aquel día de Jerusalén. En ese caso los dialogantes no se anduvieron con rodeos. Cuando Pilatos le pregunto si era Rey, Jesús le aclaró que su reino no era de este mundo.
Pilatos, sabemos, terminó condenando a muerte a Jesús.
Me refiero a la “voz” que lanzó la humanidad en la sonda Voyager 1 y Pioneer en 1970.
Los científicos del proyecto especularon que en miles o en millones de años más, alguna inteligencia pudiera captar estas sondas y entender quiénes somos y dónde estamos los humanos.
Para estos efectos grabaron en una placa de oro una serie de logros y cosas del ser humano. Un pedazo de la Quinta sinfonía de Beethoven, una risa, la base decimal, el sonido del trueno, el latido del corazón de una mujer embarazada, etc.
Una de la imágenes centrales era una pareja humana. Imaginando un destinatario que nada sabría de nosotros, quisieron dar a entender que entre hombre y mujer hay una relación. Así, pensaron entonces mostrarlos tomados de la mano, pero alguien objetó que eso podría llevar a los transestelares a una confusión. Podrían pensar que se trataba de un solo ser y no de dos. Por eso resolvieron separarlos, y que apareciera el hombre levantando la mano en señal de saludo.
Actualmente, la Voyager está a unos 25 mil millones de kilómetros de nosotros. Ha salido fuera de la heliopausa, es decir, más allá del “aliento del sol”.
¿Alguien alguna vez recogerá esa “botella de náufrago” lanzada por la humanidad al infinito espacial?
El reino inca no era de este mundo, o bien, el reino español no lo era. ¿Cómo expresar en breve, en tan angustiosa brevedad, dos mundos tan dispares?
Puestos en esa circunstancias, puede uno entender que Valverde le haya pasado la Biblia al gran inca. Aquí está el compendio de Occidente, quiso decirle el cura. En aquellos años, era sensato pensar que la Biblia podría representar el compendio de Europa.
Pero, desde la perspectiva inca, eso no significaba nada. Atahualpa, abrió el libro y vio miles de signos que no entendía y lo arrojó al suelo. Pero entendámonos bien: aunque la Biblia hubiera estado escrita en quechua, cosa que no podría ser porque el quechua no era lengua escrita, el inca Atahualpa no hubiera entendido. Ellos jamás hubieran presentado el compendio del imperio con un texto.
Se dice que el Inca Atahualpa, después de hojear aquel testamento, ilegible se lo acerco al oído para escuchar lo que el libro hablaba.
¿Es cierto eso? No lo sabemos. Pudo haber sido nada más que un gesto rápido, pero representaba el abismo que había entre los dialogantes.
Mucho se ha escrito sobre las abismales diferencias entre la cultura oral y la cultura escrita. Ese 16 de noviembre estaban enfrentados dos mundos de códigos esencialmente distintos.
Divaguemos: ¿qué pudo haber mostrado Fray Valverde para dar a conocer el reino del que venía y que Atahualpa lo hubiera entendido?
Yo apostaría por una imagen. El inca entendía el significado de los símbolos. Lo entendía perfectamente bien. La representación del sol y de la luna, los astros rectores, estaba presente en todas las imágenes del incario. O el Yanantin, o los Quipos, cuyos significado aún no los entendemos del todo.
Y si de imágenes se trata, la Virgen María hubiera sido el punto de encuentro entre la absoluta disparidad. Las decenas de advocaciones a las vírgenes que han proliferado en la región andina son la mejor prueba. Especial mención cabe de la imagen de Potosí, cuyo manto está a medio camino entre el Cerro Rico y una Pachamama dadivosa. Esta fue una de las imágenes más populares durante los siglos XVII y XVIII.
Pero todo esto es ficción. Por supuesto, la historia no hubiera cambiado un ápice presentándole una u otra cosa. El imperio español se impuso por obra de las armas y no de la imagen. Lo que sí, es que se hubiera adelantado en cien años aquello que logró posteriormente el barroco.
El inca entendía el significado de los símbolos. Lo entendía perfectamente bien. La representación del sol y de la luna, los astros rectores, estaba presente en todas las imágenes del incario. O el Yanantin, o los Quipos cuyos significado aún no los entendemos del todo.
Por supuesto, la historia no hubiera cambiado un ápice presentándole una u otra cosa. El imperio español se impuso por obra de las armas y no de la imagen. Lo que sí, es que se hubiera adelantado en cien años aquello que logró posteriormente el barroco.