Geografías | RELATO GRÁFICO
En nuestros comienzos hubo una hazaña sin parangón: la del Chango o Camanchaco. Se trata de un pueblo (grupo de familias) que vivían como nómades entre el sur de Arica y el norte de Coquimbo. Esta es una de las zonas más inhóspitas del planeta: sin agricultura, sin verduras, sin frutas ni madera. Ý con una reducidísima fauna a disposición: peces, moluscos y lobos de mar. Y aún más: los changos casi no contaban con agua. En ochocientos kilómetros no hay desembocadura de ríos. Bebían de charcos salobres o de convertir la niebla camanchaca en gotas de agua. Y muchas veces, cuando todo esto faltaba, bebían la sangre fresca de los lobos de mar.
Los changos fueron un pueblo heroico de hábitat. Vivían bajo un cosmos marino, no terrestre. Alcanzaron el grado más alto de anfibiedad que podamos concebir. Fueron audaces hasta lo increíble. Se internaron mar adentro en balsas hechas de cuero de lobo, entreverado con espinas de cactus. Y no solo eso, sino que a lomos de esos artilugios fueron a cazar cetáceos con sus arpones de huesos para traerlos o vararlos en la playa, y así ofrecer a su pueblo un banquete. El primer sendero fundante de nuestro país fue en el mar.
Es tanto lo que significó esa hazaña, que después de cada evento subían los changos a las quebradas de la cordillera y dejaban estampadas su proeza en los roqueríos.
Arte y heroísmo se dan la mano en aquellas rocas. Aún están esas imágenes valerosas de la cacería soportando el sol de siglos. En su fina proporción, los changos fueron un pueblo que crearon un mito, tal como lo es Ulises para occidente, como Wiracocha para América o Gilgamesh para Asia.
Por siglos, el chango o camanchaco vivió en la estrecha franja que queda entre la Cordillera de la Costa y el océano. Se desplazaban en grupos familiares recogiendo del mar lo que podían.
Con el advenimiento de los siglos, el hombre y la mujer se fueron familiarizando cada vez más con las leyes que rigen los océanos hasta convertirse casi en un pueblo anfibio.
Su cosmos fue la Mamacocha y no la Pachamama, podríamos decir. (Hay que aclarar que estas dos palabras son andinas, pero no changas en estricto rigor).
Fue un pueblo que se adaptó maravillosamente al agua del mar y a la imprecisión de la niebla. Su caso es extraordinario.
Cuando el español apareció en sus costas, lo mas probable es que una población huidiza, como era, se ocultara.
No quisieron exponer sus creencias y oficios a esos desconocidos que llegaron como dueños del mundo.
Así, sus costumbres, su lengua y su rico imago mundi quedaron ocultos hasta bien avanzado la República.
Uno que trató a los Changos fue Rudolfo Philippi. En su libro, Viaje al Desierto de Atacama, en 1853, dejó estampado unos párrafos sobre el tema.
“Esta gente se alimenta principalmente de mariscos de concholepas, patella, fisurella, pescado, carne de cabra, leche y huevos. El trigo, el maíz y la harina son una rareza. Se visten como en las ciudades. Las mujeres tienen vestido de algodón, zapatillas, zarcillos y sortijas. Hablan muy bien el castellano y han olvidado enteramente su propio idioma…Son tan políticos como si hubieran recibido su educación en la capital y esperan, por supuesto, ser tratados del mismo modo. Esperan que se diga, por ejemplo, “señorita” a la india más vieja y fea vestida de harapos. Un viejo pescador me hizo reír mucho pues nunca hablaba de los burros sin añadir: “Con el permiso de ustedes, caballeros”.
«…Tres pastoras nos visitaban con frecuencia. Una, doña Serafina, vieja como Matusalén, una antigua amiga de don Diego [de Almeyda] y otras dos jóvenes bastante bonitas, de modo que dudé de la pureza de su sangre india. Nos vendían pescado, leche, huevos y gallina para recibir azúcar, hierba, harina y grasa. No me olvidaré nunca de su cariño.»
Sigue Philippi: «Volvía a píe del buque y, subiendo el cerro con el calor ardiente del mediodía, pasé sumamente cansado cerca de su rancho, y me invitaron a entrar y a descansar, lo que rehusé por miedo a las pulgas, pero no me dejaron seguir antes de haber tomado por lo menos un poco de leche”.
Desde el punto de vista legal, fueron reconocidos como pueblo indígena desde el año 2020. Esto significa que pueden acceder a una serie de derechos, de ámbitos de protección y de prerrogativas. Son de la etnia las personas que se identifiquen como tales de la II a la V región.
Todo esto esta muy bien, pero el reconocimiento de su historia grande, de la epopeya de mar y de su imago mundi en las rocas de la cordillera sigue pendiente.